sábado, 21 de noviembre de 2009

Historias de vecindad primaria.

I

Eran mas o menos las diez de la noche, cuando ella llegaba con sus dos nenas a su casa, manejando su cachivache. Cuando entraban escuchó que un tipo le hablaba (groserías, vamos). Ella, disimulando lo miró. El muchacho juntaba cosas de la basura y las ponía en un carro tirado por un caballo que intentaba sorber el agua sucia del costado del cordón. Ella entró y fue a llenar un balde con agua. Salió a la vereda.

Ella:-Hola… te molesta si le doy agua al caballo?

El:- Eh… No!. Está bien! (sorprendido)

Ella:- ¿Es tuyo?

El:- Si… desde chico que lo tengo… y gracias… estuvimos todo el día en la calle y no pude darle nada de tomar…

Ella:- Perdón que te moleste, pero… esperame (entró a su casa, tomó un paquete de fideos que tenía a mano, y volvió a salir)… Tomá… capaz te sirva… si no te molesta…

Él:- Si, claro! gracias!

Ella lo saludó y entró en su casa.

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II

Invierno muy, muy frío, noche de tormenta en una calle muy ventosa. La lluvia era tremenda, y ella salió (no recuerdo bien para qué). En la vereda vio a dos muchachos con bolsas de residuos encima para no mojarse que revolvían la basura. Cruzó algunas palabras, entró a su casa y les preparó y alcanzó dos café bien calientes para que se repongan un poco del frío.

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No son casos inventados, hay miles así con gente que quiere ayudar sin saber cómo.

Creo que puede tener varias lecturas, pero yo prefiero entenderlos del siguiente modo.

Ella (la primera), en vez de sentirse agraviada por ser mujer y estar sola con dos criaturas, decidió no enojarse, ni escandalizarse y con lo que tenía al alcance en ese momento, le dio una mano a un hermano.

Me gustaría pensar que (ambas) tendiendo esa ínfima ayuda material, revirtieron una cadena de violencia, porque esos muchacho no las vieron como parte de su mundo: las vieron como “otro”. Como pertenecientes a esa sociedad que no los incluye. Y esa exclusión causa violencia.

Sé que las cosas no son tan simples, y que el mundo no va a cambiar por eso, pero me niego a creer que esto no tiene remedio. Me niego a creer que todo es inútil, y me niego a creer que podemos lograr algo mejor excluyendo aún más, como se sugiere permanentemente…

Creo que mientras sigamos la ola divisoria que proponen continuamente los medios, no vamos a salir, sino que vamos a empeorar.

Y también creo que cada granito de arena ayuda.

Gandhi decía que, más que el ruido de los malvados, le dolía el silencio de los buenos, y es así. Ojalá se tape el bullicio de los poderosos, y los menos voluminosos seamos mas contundentes.

 Y acá una pequeña Postal

5 comentarios:

Paula Pimentel dijo...

Qué tierno post.
Muy bueno lo de Gandhi, ojalá.

Besos!!

Le dijo...

Yo banco tu postura.
No la tildemos de ingenua.
Militemosla!

Un saludo!

LauraGalletita dijo...

Gracias a las dos!
=)

Abrazo!

Laura dijo...

acuerdo con Le (y con vos). Hay que militarla, cada día. Hay que imponer una sonrisa diaria. Como política sanitaria (o un piropo, o un "qué bien te salió", qué lindo te queda ese loquesea) Acompañar el gesto minúsculo con el reclamo, la exigencia grande. Los dos, a la par.
Un abrazo

MartinSNM dijo...

Eso es tener una opción creativa para la violencia. Mano amistosa en vez de dura.
Contá conmigo.